Don Maximiliano es el jefe indiscutible de la casa imperial de México y sería Emperador si México siguiera siendo una monarquía. Es el heredero indiscutible de las tradiciones de Iturbide y de los Habsburgo. Lleva más de 50 años al frente de la casa imperial, pero no participa en ninguna función política ni tiene pretensión alguna. Considera que su papel es únicamente el de guardián de la tradición Iturbide y Habsburgo y de su historia en México.
Don Maximiliano habla con fluidez español, alemán e inglés. Vive en España, donde se dedica a la ganadería y la crianza de caballos. Incluso jubilado, sigue siendo un deportista activo, montando a caballo la mayoría de los días y esquiando en invierno.
Tras huir de Hungría poco después de la II Guerra Mundial, la familia se convirtió en refugiada y vivió durante breves periodos en Italia, Alemania y, más tarde, en Venezuela, donde murió su padre en 1956. Su padre, Don Gustavo, fue criador y entrenador de caballos de carreras en Hungría.
Don Maximiliano se casó con Doña Maria Anna de Francechi en 1990. Tienen dos hijos, el heredero Don Fernando, nacido en 1992, y Doña Isabela Emanuela, nacida en 1997. Don Fernando vive en Holanda y es un próspero hombre de negocios especializado en empresas informáticas. Doña Isabela es soltera y también vive en Holanda.
Don Maximiliano se educó en Hawtreys, un internado preparatorio de Wiltshire (Inglaterra), y en el Beaumont College , un internado jesuita de Windsor (Inglaterra). Luego estudió como aprendiz y eleve en la Escuela Española de Equitación y más tarde en la Academia de Arte de Viena. Ha trabajado como agente de bolsa para Drexel Burnham Lambert en Nueva York y Morgan Grenfell Laurie en Londres. De 1990 a 1994 trabajó como entrenador ayudante de Zakariás Aperianov, el entrenador de caballos de carreras con más éxito de la historia de Hungría. Él mismo participó en varias carreras de obstáculos, pero, según admite, con resultados más bien dispares. «Mi mayor problema era intentar mantener el peso necesario, lo que me resultaba casi imposible».
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